sábado, 24 de septiembre de 2011

Hoxe en LdN... Waiting for Waits

Hoxe en Libro de Notas unha nova entrega da columna De Ventrílocuos Impostores. Desta vez repasamos a última etapa na carreira de Tom Waits, en Anti Records, mentres esparamos a saída do seu novo álbum o próximo mes...



MON FALCÓN - De Ventrílocuos Impostores.

El próximo mes sale a la venta el nuevo trabajo de Tom Waits. Seguramente el artista vivo con mejor crítica, o al menos el mejor considerado en el difícil equilibrio entre la prensa y el público. El anuncio de su publicación, casi por sorpresa hace unos meses lo convirtió en el álbum más deseado de la temporada, pero la carrera de Waits no siempre fue así. Sus álbumes son una lección sobre los extremos de la vida, desde los campos sureños de algodón, o los vagabundos viajando de polizontes en los ferrocarriles hacia el far west, hasta las élites más delirante de las vanguardias artísticas... como si nunca hubiese superado el primer tercio del siglo XX, y su tiempo no fuese lineal. Su imagen de crooner maldito le otorgó un aura underground que finalmente termiinó por condenarle al ostracismo durante mucho tiempo, y su recuperación hasta los más alto es uno de los fenómenos más extraños en la historia de la música de los últimos 30 años. Tras su paso por Asylum Records y Island, con características muy marcadas en su trabajo, hoy nos centraremos en su última etapa, desde su firma con Anti Records, aunque tengamos que comenzar un poco más atrás...

A finales de los 60, Waits hacía temas intimistas en la onda canción de autor, ideal romántico bastante detestable y mucho menos adaptable a las categorías de la música moderna, esto es jazz, blues, rock (una secuencia que continúa....) Sin embargo nunca participó en ninguna corriente o estilo puro al mismo tiempo que los practicó todos, era uno de esos espíritus libres que existían en aquel momento tan especial. En los 70 se apróximó al jazz y al blues más purista, pero solo de un modo formal. Electrificó su blues, pero en lugar de emparentarse con candidatos a premio Nobel (Dylan), se parecía más al loco Capitán Beefheart, (incluso cambiando el piano por la guitarra) en una época en que ya no favorecía la carrera de nadie.

El momento fundamental en su carrera se produce en 1983, con la publicación de “Swordfishtrombones” (Island, 1983), un álbum que en algunos círculos se consideró un atentado contra el concepto tradicional de música, que era un mundo en el que (no nos engañemos) Tom Waits no era más que el mayor borracho de todos los pianoman del mundo, aunque genio, eso sí... en 1983 era demasiado jazz para los punks y demasiado punk para el jazz: ritmos imposibles y bastante ruido.


Su primera gran joya. Los años 90 no fueron malos para Waits, pero el nivel de exigencia estaba demasiado alto, incluso por dedicarse más al cine que a la música, la industria terminó por ignorarlo nuevamente.
Entonces llegó la oportunidad desde un lugar insospechado, Anti Records es un subsello de Epitaph, una escudería californiana dedicada en aquel momento en exclusiva al punk, hardcore melódico e demás estilos en via muerta pero que facturaban discos como churros (en ese momento ya solo para para surferos y skaters), propiedad de varios miembros de los Bad Religión, pero con muchas más inquietudes de las aparentes, por eso crearon Anti, para incluír todo lo que no tenia cabida ni en su sello original, ni en los demás, un cajón de sastre en el que por aquel entonces se encontraban The Frames, Magnus o Tricky. Y ahí recaló Tom Waits.
Por una banda se integraba en una escudería desde la que tenía total libertad creativa, más que nunca, y la posibilidad de trabajar sin problemas con otros locos que además le ayudarían a acercarse a un público más joven, más indie y más punk que nunca hubiesen disfrutado con álbumes como “Heart Attack and Vine”.

Mule Variations (Anti, 1999) fue su disco de retorno, nueva discográfica y todo lo que significaba para un artista como Waits. Un auténtico renacimiento en todos sus sentidos, en lo personal, en lo comercial, y en lo artístico, aunque esto último fue poco a poco. “Mule Variations” mantiene esas extrañas y oscuras percusiones que ya eran habítuales desde el 83, además del espectacular bajo de Les Claypool de Primus y las guitarras de Marc Ribot que por momentos suenan tan arrítmicas como agresivas.


Pero realmente el peso del disco recae en el piano, que recupera por momentos al Waits más clásico. De esta manera el álbum parece concebido como una presentación para una nueva etapa en la que debería modernizar su discurso sin descontentar a sus seguidores.
El propio Waits presentaba el disco como una gran exposición del mundo rural norteamericano: «Get Behind The Mule» es lo que supuestamente dijo el padre de Robert Johnson en su entierro , puro surrealismo macabro en la despedida de un músico que vendió su alma al diablo en un cruce de caminos, para no tener que seguir toda su vida arando los campos como un esclavo destrás de una mula. Por ahí va la tónica general del disco, básicamente blues y folk, que solo se rompe con la estridente (y fantástica) ‘Big in Japan’ que además abre el disco. El resto, de brillante factura e impecable, pero no dejaban de ser más y más vueltas a su sonido más tradicional. No estuvo mal para recuperarse pero la verdad no merecía tanto halago.


Alice & Blood Money (Anti Recs, 2002). La edición simultánea de los dos álbumes nos  obliga a entenderlos como dos mitades de un total, pero que sin embargo no tenían nada de nuevo cuando vieron la luz y su única conexión es Robert Wilson, y es que todos los temas fueron compuestos por Waits y su señora para obras dramáticas de Wilson... lo que es no leer... algunos llegaron incluso a aclamarlos como las mayores obras maestras de Waits y de lo que iba de siglo, cuando eran temas regrabados y descontextualizados, eso sí, con una nueva vuelta de tuerca. “Alice” es toda una experimentación vangardista en su género. Trata sobre la niña real que inspiró a Lewis Carroll en sus ‘Alicia en el país de las maravillas’ y ‘Alicia a través del espejo’, y potencia la obsesión pedófila que el autor sentía por ella, en uno de los mejores ejempos de las oscuras obsesiones de un perdedor como hilos temáticos que Waits sabe tejer mejor que nadie. El resultado sin embargo fue un álbum melancólico y romántico, aunque lleno de paisajes malditos en los que tema a tema retoma todos los personajes de las obras de Carroll: el amor imposible de un pájaro y una ballena (‘Fish and Bird’), las deformidades humanas como reflejo de la mente (‘Table Top Joe’ cuenta las peripecias de un trovador sin torso), los dobles sentidos y el injusto porvenir de las desgraciadas flores que adornan la sepulturas (‘Flowers Grave’) puesto que nadie pondrá flores tras su muerte.

Blood Money es otra cosa, es la particular adaptación de la obra Woyzeck (original de Georg Bucher) realizada por Wilson. Es una historia real de 1837 en la que un soldado alemás, harto de las continuas guerras decide ganarse la vida sometiéndose a experimentos médicos remunerados, que le volverán totalmente loco, para terminar asesinando a su novia y luego suicidándose. Son una colección de cuentros sangrientos (de total actualidad) descritos muy bien como <<...colección de nanas enfermizas, marchas fúnebres, gospel gótico, cabarets lunáticos y operetas anacrónicas...>>. Quizás el más circense de todos sus álbumes, e quizás más propio de una oscura película de dibujos animados, pero no olvideis que se trata de la banda sonora de una especie de musical, que se correspondería con el culmen del cine expresionista alemán de sombras sin límite, figuras con trazos bastos y deformados y visiones absurdas y paranoicas. La sangre y la claustrofobia son clave para obtener el expresionismo extremo, mientras el soldado pierde el control de sus actos, Dios está ocupado en sus sucios negocios (‘God’s away on Business’).


En ambos casos desaparece por completo el ambiente rural de 99, e domina lo teatral y lo onírico situados en lugares asquerosos. El estilo de Waits es reconocible desde el primer acorde, pero sobre todo en “Blood Money” se muestra mucho más versátil en el replanteamiento de los temas, dejándose llevar por algo que se le estaba exigiendo hacia tiempo: excentricidad. Lo hizo, lo consiguió y llegó a cimas que nunca había alcanzado, pero solo había sido un aviso, Tom quería ir más allá, y lo mejor estaba por llegar.

Real Gone (Anti Records, 2004). Así debería ser el rock y el blues en el siglo XXI, también se le denominó funk cubista, etnopunk... Waits hizó aquí lo que le dio la gana, en su mejor momento, y con las mejores compañias, y el resultado es el mejor álbum de su carrera, el más arriesgado desde ‘Swordfishtrombones’ (heredero directo de éste), y casi perfecto. Blues de alto voltaje en ‘Sins of my father’, ‘How’s it gonna end’ o en ‘Dead and lovely’, la hipnosis de ‘Top of the Hill’ o el instinto desatado en ‘Host that Rag’ conforman una colección de temas estremecedores que profundizan en todas las obsesiones más ocultas de Waits presentadas con toda la crudaza posible en un envoltorio moderno. Es una de las pocas ocasiones en las que todo lo que podía salir mal no lo hizo, y el resultado es brillante. Y os lo digo yo que no soy de los que creen que todo lo que hace Tom Waits es excelente, pero creo que ‘Real Gone’ sigue siendo el mejor disco de lo que llevamos de siglo...


Luego llegó el exceso de Orphans (Anti, 2006) una caja enorme, que incluía temas perdidos, composiciones para obras nunca estrenadas, rarezas de una mala tarde y descartes de los últimos años. Camorristas, gritones y bastardos era el subtítulo de sus tres huérfanos, y contiene de todo, demasiado incluso para los no-coleccionistas: “Brawlers” es blues en todos sus espectros y formatos acústico, eléctrico, rockanrroles e incluso rockabillys. “Bawlers” son largas baladas dulces y esperanzadoras, y por supuesto mucha melancolía y tragedia, que se suavizan entre valses, folk y mucho piano, y por último “Bastards”, experimentación pura, 20 temas de auténticos dibujos animados, canciones aparentemente incompletas, paisajes ruidosos y composiciones delirantes.


Y en 2011 llega Bad as Me primera entrega de nuevos temas desde aquel “Real Gone” de hace siete años. El avance en fantástico, pero las exigencias también enormes. El single de presentación, que también da título al álbum nos hace la boca agua con lo que puede seguir, manteniendo el nivel excelente del anterior:

Pero viendo su video promocional, casi mejor que escuchándolo, me asalta una cierta duda de si mantiene el músculo de “Real Gone” o si es una huída hacia delante en un seguir siendo más histriónico que nadie por es lo que se exige.


Se abren las apuestas, vosotros que esperáis?
Porque seguro que no todos nos vamos a quedar contentos...

Mon Falcón
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[Publicado en Libro de Notas o 24-09-2011]

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